ALABAR

Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará.

David no solo sabía tocar instrumentos, sino que era un gran compositor y un gran adorador. El veía en cada experiencia de la vida, fuera buena o mala, una oportunidad para tañer su arpa y alabar a Dios. Cantó cuando huía de Saúl y estaba escondido en una cueva (Salm 57), cantó cuando pecó con Betsabe y se arrepintió (Salm 51).
Al igual que los reyes paganos antiguos, nosotros tenemos la costumbre de cantar nuestras victorias y esconder nuestros fracasos, pero ese no fue el caso de David. Sin embargo, nosotros, como cristianos, en vez de imitar a David hacemos lo mismo que aquellos, por eso nos da trabajo ser verdaderos adoradores. Las experiencias malas que Dios permite que tengamos no son una razón que nos da la vida para amargarnos, sino una oportunidad que Dios confiere para hacernos crecer y aprendamos a adorarlo.
San Agustín en su tratado “Suma teológica” comentando el salmo 24 dice: Que “el creyente no debe tener posesiones exteriores”, sin embargo el Salmista dice “Nada me faltara”. Dios quiere que tengamos lo necesario para vivir, y está prometiendo que se va a interesar en nuestras necesidades económicas.
En el salmo 23 Dios es presentado con dos imágenes, la primera representa a Dios como un pastor, la segunda como un anfitrión. En las dos se ve como alguien que se interesa por las necesidades físicas y materiales de sus seguidores. Dios sabe que necesitamos posesiones para estar emocionalmente seguros y medianamente felices. El sabe que necesitamos nuestro pan diario y para satisfacer las necesidades espirituales. Él tiene el pasto mas verde y los alimentos mas nutritivos para los que confían en el. En su sabiduría nos conduce a donde debemos ir. “No temas Dios sabe tu necesidad, confía en la benevolencia divina.