Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
Nuestro Señor creyó en la obra del predicador, no solo como uno de los mejores métodos de diseminar el evangelio, sino como el mejor método. Jamás Cristo devalúo la obra del predicador como algo secundario, como se hace hoy en día. El fué por toda Galilea enseñando y predicando. Cuando el envió a los apóstoles, el les dijo: “Id y predicad”. Después de la resurrección, ellos fueron y predicaron el evangelio, y Pablo se regocija en haber sido ordenado predicador del evangelio.
¿Cuál era el contenido de la predicación de Cristo y los apóstoles?, Los sermones de Cristo y los apóstoles eran doctrinales, cuando ellos predicaron, hablaron pensando como debían hacerse las cosas, el dogma que era, la verdad que encerraba y cristalizaba, tal es así que a los seguidores de Cristo y los apóstoles se les llamo “Aprendices” (Gr:Mathetes Lat:Discipulom), sus discursos, nunca fueron: “Creo que es verdad”. Ni los discípulos de Cristo, ni el mismo Cristo, enseñaron algo para que fuera como una sociedad de debate, donde cada asunto es un tema abierto.
La predicación le fue dada como tarea principal a la iglesia. Es parte importante del legado de Jesucristo, quien la puso por práctica durante su propio ministerio terrenal (Is 61:1-3 vs. Lc 4:16-22). Cuando comisionó a sus doce discípulos, Jesús les envió a predicar el evangelio del reino (Mr 3:14,15; Mt 10:7). Pablo (1Co 1:17) y luego Timoteo (2Ti 4:1-8) fueron continuadores de esta tarea central, la que incluso queda como una señal distintiva del próximo retorno de Jesucristo (Mt 24:14).
Sin lugar a dudas, la predicación actual no se estima tanto como en tiempos antiguos. Al predicador se le considera un líder intelectual y espiritual, pero no como un profeta bíblico, portador de la Palabra de Dios para el hombre de hoy. Por otro lado, un sector del auditorio contemporáneo es víctima del ocio mental. Ávidos de distracción, prefieren el mundo del espectáculo televisivo antes que el esfuerzo mental que supone escuchar un sermón. Hay aún otra razón poderosa para la depreciación de la predicación. La sociedad contemporánea, infectada por el materialismo, duda de la veracidad de la Biblia, lo que socava la autoridad del predicador bíblico. Ya desde la década del 1920 Harry Emerson Fosdick exhortaba a vincular el sermón con lo que llamó “los verdaderos intereses del pueblo”, para evitar de este modo que fuera “aburrido”. Esto equivale a decir que el mensaje debe centrarse en lo que el pueblo desea escuchar, antes que en lo que Dios ha dicho o quiere decir. Con su actitud, Fozdick preparó el camino para la predicación contemporánea. Bajo esta excusa actualmente se predica, todo tipo de asuntos, menos la Biblia, desde psicología hasta economía. En su obra “El Sermón Eficaz”, Crane busca delimitar con precisión tanto la calidad como la extensión de la verdad que debe difundir el predicador. Lo expresa así: “La verdad de que legítimamente se ocupa la predicación cristiana es netamente religiosa y esencialmente bíblica. Es religiosa porque tiene que ver con las grandes realidades acerca de Dios y el hombre, del pecado y la salvación, del tiempo y la eternidad, del cielo y el infierno. Es bíblica porque toma de la fuente pura de las Sagradas Escrituras sus temas y los contornos generales del desarrollo de ellos”. La predicación persigue el propósito de persuadir a los hombres para que respondan al llamado de Dios. Cualquier tema que se hable desde el pulpito y no enfoque la obra y la naturaleza de Cristo, puede ser cualquier cosa menos predicación, quizás pueda llamarse, psicología, economía o charlatanería de ultima moda.
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