lunes, 9 de febrero de 2009

Un hombre de fe en tiempos de prueba Mateos 11:1-3






Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir , o esperaremos a otro?

Aquel que había de venir” era el Mesías. Una de las profecías mas recurrentes del Antiguo Testamento (Génesis. 49:10; Deuteronomio. 18:18, 19; Isaías. 9:6; 11:1-5; 35:4-6; 53; Daniel. 9:24-27) Después de haber proclamado que Jesús era el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan. 1:29), nos sorprende que Juan haya hecho esta pregunta. La Biblia no revela la razón por la cual la hizo, pero el lenguaje mismo indica que él había comenzado a tener dudas acerca de Jesús, porque aun pregunta, “¿o esperaremos a otro?” Si no tenía dudas acerca de Jesús, estas preguntas no tienen sentido. ¿Cómo podría Juan dudar? Algunos, queriendo defender a Juan, suponen que Juan solamente quería que Jesús declarara más abiertamente que en realidad él era el Mesías para acabar con las dudas e inquietudes del pueblo acerca de su identidad, pero si ese hubiera sido su pensamiento o motivación, habría enviado discípulos a Jesús animándole a hacerlo, pero simplemente no fue así. Innegablemente Juan había anunciado un reino de Juicio y depuración, y las señales que hacia Cristo eran de misericordia y reconciliación, el ministerio de Jesús pareciera faltarle al carácter de juicio que se había anunciado (Mateos 3:1-12. Evidentemente esto hizo crecer la duda dentro de Juan. Pero no fue lo única razón de su duda.
Recordemos que aunque Juan era profeta y el gran precursor del Mesías, la inspiración de ciertos hombres no evitó que tuvieran flaquezas y faltas. Este texto ilustra otra vez que la Biblia habla con toda franqueza de las flaquezas de sus más grandes héroes, y la explicación más razonable de esta pregunta es que Juan tenía dudas acerca de Jesús de Nazaret. Por lo menos quería tener su confianza reafirmada. Cuando Dios llamó a Moisés, éste le resistió con excusas, indicando su falta de fe en Dios, lo hizo otra vez en Números 20:12. Solamente con milagros se convenció Gedeón. La confianza que Elías tenía en Dios prácticamente desapareció y él se escondió en una cueva. Jeremías y Job denunciaron el día de su nacimiento. El ejemplo “clásico” de esto era Pedro quien, después de andar con Jesús por más de tres años, lo negó con juramentos.
Sin duda el estar confinado en la cárcel tuvo algo que ver con su flaqueza, porque cuando él estaba predicando y bautizando a mucha gente, su fe era muy viva y fuerte. Sea lo haya sido el caso de Juan, aquí cabe una advertencia para nosotros. Recuérdese que Juan estaba encarcelado. Esta puede ser aun para los más fuertes una experiencia deprimente. Juan ya no estaba en el sol del desierto, sino que su vida había pasado por debajo de una nube obscura. La advertencia para nosotros es esta: tengamos cuidado de no perder la fe o caer en dudas cuando estamos afligidos y angustiados. Hay toda clase de experiencia que deprime y debilita.
Hay aun otra verdad. Habían hombres que habían mantenido su lealtad a Juan, y no se sentían inclinados a abandonarlo en un trance tan difícil. Dios siempre tiene su gente, para sostener sus siervos, aun en sus últimas horas.


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