martes, 18 de marzo de 2008

Mas el fruto del Espíritu es... MANSEDUMBRE

Si como dijimos en reflexiones pasadas es fácil pasar de la paciencia a la esclavitud, mas fácil aun es confundir la mansedumbre con la cobardía y la negación de si mismo, el falso concepto que tiene el mundo actual de lo que es coraje y valentía, el rumbo que ha tomado la teología psicologíca actual, que establece que la piedra angular del éxito en la vida cristiana y secular es el producto de la autoestima, autorrealización y autosuficiencia, ha hecho que la mansedumbre cristiana y el cristianismo, ortodoxo tradicional, sean catalogado de erróneos, y conceptos que nos atan a la mediocridad.
Los cristianos somos mansos, pues nuestra doctrina nos exige medir nuestros actos para no poner en tela de juicio la pureza del evangelio, somos mansos, porque creemos que nuestra capacitación viene de Dios y no de una supuesta posición mental de autosuficiencias, somos mansos porque el evangelio de Jesucristo nos ha ensenado, a no estimarnos a nosotros mimos, y a cederle las ínfulas y las pretensiones a otros. Mas que eso no somos pacifistas, somos pacificadores que no es lo mismo, el pacifista se niega a tomar acción aunque la paz este en juego, el pacificador ama tanto la paz que si tiene que tomar acción a favor de ella lo hace sin dudar. La mansedumbre cristiana tiene como base la doctrina pura y no un espíritu pusilánime.
Así entendida la razón de la mansedumbre cristiana, podemos entonces decir que esa mansedumbre es la marca distintiva del verdadero discipulado, (1.ped 3.15) el objetito del cual es defender la doctrina serena pero valientemente.
La mansedumbre (prautes gr) cristiana es la moderación acompañada de fortaleza, es enojarse cuando es debido y ser humildes cuando es requerido, al igual que Cristo el mayor exponente de lo que es la mansedumbre.

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