Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida la vida fue manifestada, y la hemos visto; y os testificamos y anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y nos fue manifestada, lo que hemos visto y oído lo anunciamos también a vosotros, para que vosotros también tengáis comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas escribimos nosotros para que nuestro gozo sea completo.
La fe cristiana no es un salto al vacío, esta basada en hecho históricos fidedignos, relatada por testigos oculares, Lucas 1:2 dice: “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra”.Uno de los requisitos para poder ser apóstol era ser testigos de la vida terrestre y padecimientos de Cristo, tal como dice Hechos 1:22. “comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.” y Pablo toma como argumento principal para su derecho al apostolado el hecho que el vio a Cristo. ¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?”.
Hay, en el evangelio de Juan un énfasis creciente en cuanto a la realidad de Jesús. Juan no se refiere a visiones sino a una existencia física. Este énfasis es debido a que ya en el tiempo de Juan aparecieron las primeras herejías, que negaban una existencia real física de Cristo, los gnósticos, los docetas, los mandeístas, los maniqueístas. Juan esta diciendo que la Palabra de Dios vino en el primer siglo a los doce discípulos en la persona de Jesús de Nazaret. Ellos caminaron con él a lo largo de los caminos polvorientos de Galilea, compartieron su comida con él en los campos, en las casas de sus amigos y escucharon su predicación. Más tarde tradujeron su experiencia de la Palabra encarnada en la Palabra escrita la cual nosotros leemos en las páginas del Nuevo Testamento.
Ignacio de Antioquia (98 al 117), discípulo directo del Apóstol Pablo y del Apóstol Juan dice en su carta a Esmirna: “….creyendo con fe plena y firme en nuestro Señor, el cual procede verdaderamente de la estirpe de David, según la carne, es Hijo de Dios por la voluntad y el poder del mismo Dios, nació verdaderamente de la Virgen, fue bautizado por Juan para cumplir así todo lo que Dios quiere; finalmente, su cuerpo fue verdaderamente crucificado bajo el poder de Poncio Pilato y del tetrarca Herodes (y de su divina y bienaventurada pasión somos fruto nosotros), para, mediante su resurrección, elevar su estandarte para siempre en favor de sus santos y fieles, tanto judíos como gentiles, reunidos todos en el único cuerpo de su Iglesia”.
Este testimonio dado por uno que vivió solo 65 anos después de la muerte de Cristo es irrebatible, por su historicidad, pero mas, por ser expresado por un converso directo del discípulo amado; El apóstol Juan.
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