miércoles, 18 de febrero de 2009

Los atributos del amor: 1.Corintios 13:4

1. Corintios 13:4

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;

Las buenas obras que Dios estima son cualitativas no cuantitativas. Esto puede tener muchos significados además del amor. Hay más de un sentido encerrado en esta definición. La caridad es más que darle a la gente pobre las cosas viejas que Ud no va a usar. Es mas que la mera debilidad que tienen algunos que no pueden decir nunca que “NO”. No es tampoco la autoindulgencia que tienen algunos, que buscan resolver la necesidad por tal de sacar de la vista el objeto desagradable y doloroso que es objeto de la caridad. La caridad no es un intento de callar la conciencia. Es mas que vencer la indolencia que no quiere cargar con el trabajo de investigar la verdad del caso necesitado y aún menos de emprender la tarea a menudo extremadamente difícil de descubrir cómo realmente ayudar , La caridad no es la sola conformidad con las costumbres circundantes. Ninguna acción religiosa debe mirar por el agente que la hizo, sino por la caridad que se hizo, nada engaña más fácilmente al hombre mismo, que una acción que se realiza sin amor. El motivo que incita una acción generosa puede de hecho ser una benevolencia muy verdadera y genuina del corazón. Pero si esa benevolencia no tiene ningún ojo fijado sobre Cristo, ni extrae la inspiración de su amor vertido al exterior de dentro del corazón, no es todavía bastante, ni suficiente. Hasta que usted no sea ese mismo mendigo necesitado, no es suficiente. Cuando pienso en un comportamiento así, estoy plenamente convencido de que el amor no es algo que puedo producir. Un amor así sólo puede crecer en mí a medida que le permito al Espíritu de Dios producirlo en mí.

Meditaba en su cuarto de estudio un predicador, buscando una ilustración sobre el amor. De pronto entró en el cuarto su hijita pequeña, diciendo: —Papá, siéntame un poco sobre tus rodillas. —No, hijita, no puedo ahora; estoy muy ocupado —contestó el padre. —Quisiera sentarme un momento en tus rodillas, súbeme, papá —dijo ella. El padre no pudo negarse a una súplica tan tierna, y tomó a la niña y la subió a sus rodillas, y dijo: —Hijita mía, ¿quieres mucho a papá?—Sí que te quiero —contesta la niña—, te quiero mucho, papá. — ¿Cuánto me quiere, pues? —preguntó el padre. La niña colocó sus manecitas en las mejillas de su padre, y apretándolas suavemente, contestó, con afecto: —Te quiero con todo mi corazón y con mis dos manos. Esta respuesta encerraba en pocas palabras lo que debe entenderse por una dedicación competa, y dio al predicador el ejemplo que buscaba.



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