lunes, 16 de febrero de 2009

Malos consejeros Job 6:26-27


Job 6:25-27

!!Cuán eficaces son las palabras rectas! Pero ¿qué reprende la censura vuestra? ¿Pensáis censurar palabras, Y los discursos de un desesperado, que son como el viento? También os arrojáis sobre el huérfano, Y caváis un hoyo para vuestro amigo.

Lo argumentos de Elifaz, eran insustanciales e improductivos (Versos 25) ¿que certeza o que ilustración pueden haber tenido los argumentos de Elifaz que era el portavoz principal, si no había demostrado ningún pecado o falta cometida, para presentar un argumento tan severo contra Job?. Había estado llamando a Job al arrepentimiento sin demostrarle la necesidad que tenia del mismo. En la disertación a otros debemos tener un fin claro y un propósito definido. Ese fin claro y propósito definido debe estar centrado rectamente e invariablemente en las circunstancias. Nuestro propósito debe ser procesado de una manera sabia y conveniente, El hablar del predicador no es incierto, ni habla como dirigiéndose al aire.

La reprensión de Elifaz fue dirigida contra palabras pronunciadas en señal de socorro profundo y en gran dizquietud de espíritu. “¿Pensáis censurar palabras, Y los discursos de un desesperado, que son como el viento?”.Es imposible escudriñar, tamizar o juzgar los discursos de una persona ofuscada y en desesperación. La falta de los amigos de Job, fue que atacaron las palabras de queja de Job y no demostraron lo mal de su vida personal. Por nuestras palabras seremos justificados o seremos condenados ( Mateo 3:37), la razón es sencillamente porque de la abundancia del corazón habla la boca ,ordinariamente el ser humano es igual a su discurso, Sin embargo, ser juzgado por las palabras pronunciadas bajo señal de socorro profundo, y en circunstancias excepcionalmente difíciles que intentan pedir ayuda o que reflejan la desesperación del alma humana y nuestra situación particular , no solo es injusto sino que a los ojos de Dios es un pecado, Isaías 29:21 dice : “los que hacen pecar al hombre en palabra; los que arman lazo al que reprendía en la puerta, y pervierten la causa del justo con vanidad.” Convertir en ofensor a una persona por sus palabras, sin valorar sus circunstancias es una alta ofensa a la vista de Dios. Hacer de un hombre un delincuente por una palabra constituye una lesión a la integridad moral de la persona. Job admite que sus palabras han sido precipitadas. Palabras como esas no necesitan ser refutadas, ya que no tienen más substancia que el viento. Las palabras expresadas en medio del dolor y la tragedia raramente son expresión exacta de la teología de la persona, y no deben ser consideradas como tales .

Observe (1.) malas palabras o palabras que pronunciamos con ligereza, especialmente bajo provocación, es un pecado que nos asedia. “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante (Hebreos: 12.1)”. Hay gran tentación a tales palabras bajo sensación emocionada, por tanto el corazón debe ser guardado con toda diligencia, especialmente en tiempo del apuro.” Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. (Prov.4:23) la boca ha de ser guardada como con un frenillo cuando la mano de Dios es muy pesada sobre nosotros, y permite que pasemos pruebas difíciles: “Yo dije: Atenderé a mis caminos, Para no pecar con mi lengua; Guardaré mi boca con freno, En tanto que el impío esté delante de mí. Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; Y se agravó mi dolor. Se enardeció mi corazón dentro de mí; En mi meditación se encendió fuego, Y así proferí con mi lengua: Enmudecí, no abrí mi boca, Porque tú lo hiciste.(Salmo 39:1-10).

El caso de un creyente puede parecer desesperado para el mismo y para otros, cuando en realidad a los ojos de Dios no es así. Para los propósitos de Dios no es una situación desesperada. Sucede que a menudo los hijos de Dios escriben cosas muy amargas contra ellos mismos, cuando Dios no las escribe, ni tampoco son la opinión de él. Constantemente el creyente se convierte en el juez de su propio caso, juzgando a partir de sus sentimientos o de las sensaciones que tiene. El ciego y carnal juzga de acuerdo al caso real y su carácter, no percibe nada más. Ningún caso puede parecer desesperado ante el poder de Dios. Como le dijo Julio Cesar a un amigo:”No tiene nada que temer el que tiene a Cesar como amigo.”

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