Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.
La sabiduría ha sido definida en su forma más sencilla como la capacidad de escoger lo que va a dar el mejor fin, y el discernimiento para alcanzarlo por los mejores medios. El mejor fin es darle la gloria a Dios, nuestro hacedor, el cual creó todas las cosas, y todas las cosas existen para Su placer; quien ha creado, dice la Biblia, todas las cosas por Sí mismo para Su gloria. En esa gloria está el origen de nuestro deber y nuestra felicidad. Como criaturas racionales, debemos buscar promover Su gloria a través de todos los caminos posibles. La consecuencia natural de tener ese objetivo en nuestra vida, es la adquisición de la felicidad, no solo en nuestro presente estado sino en el estado eterno: poder contar con la amistad y el favor del Creador, y llegar a tener Su carácter, por medio de la obediencia a Su voluntad.
Ajustar nuestra voluntad a fines bajos, que son indignos en inteligencia y naturaleza moral, nos marca como personas necias. La Biblia declara que la sabiduría consiste en el temor de Dios, y describe la impiedad y la maldad como necedad e ignorancia. La sabiduría es la que viene de arriba, de la cual Dios es el autor, y la cual es descrita, primeramente, como pura, luego como amable, llena de buenos frutos, sin parcialidad, ni contienda (Santiago 3.17). La sabiduría que no cumple estas características, dice el mismo autor que es sensual, carnal y diabólica.
Dios los bendiga ricamente
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