Y Balaam respondió y dijo a los siervos de Balac: Aunque Balac me diese su casa llena de plata y oro, no puedo traspasar la palabra de Jehová mi Dios para hacer cosa chica ni grande.
Pedro (2.Pedro 2.15) compara a los hombres malvados de su tiempo al profeta Balaam. En la mente judía popular Balaam había venido a colocarse como el tipo de todos los profetas falsos. Su historia se cuenta en Números 22-24. Balak, rey de Moab, fue alarmado con el avance constante y al parecer irresistible de los Israelitas. En un intento por parar este avance él envió para que Balaam viniera a maldecir a los Israelitas para él, ofreciéndole grandes recompensas. Al final del día Balaam rechazó maldecir a los Israelitas, pero su corazón codicioso deseó después de las ricas recompensas que Balak ofrecía.
Balaam conocía a Dios demasiado bien como para suponer podría invertir cualquiera de sus propósitos; y él lo respetaba demasiado como para intentar hacer cualquier cosa sin su permiso. Aunque él era codicioso, con todo él no se atrevió, incluso cuando es fuertemente tentado por las riquezas y los honores, ir contrariamente al comando de Dios. Muchos hacen todas las profesiones de Balaam, sin justificarlas por su conducta. “pretendidamente dicen que no harían ninguna cosa contra la palabra de Dios ni por una casa llena de oro, pero realmente hacen cosas peores por menos, solo por renombre y algunos beneficios.
Contra su voluntad Balaam tiene que reconocer que depende de otro, y que sus maldiciones no podrán nunca anular, las bendiciones que ha pronunciado Dios mismo a su pueblo. Ni el poder mas oscuro de las tinieblas puede anular la bendición que Dios ha prometido a los que le siguen.
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