martes, 18 de noviembre de 2008

Prueba de Amor Deuteronomio 8:2


Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tú Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.

Para poder entender éste pasaje, y no poner en entredicho el amor de Dios para su pueblo, es imperioso que quede claro el concepto de "amor". El amor verdadero no es un torrente de emociones, ni sentimientos que se escapan de control, ni siquiera bellas palabras, o pensamientos obsesivos en torno al amado. Tampoco es una intensa confesión de fe y fidelidad, pero que carece de materialización.

El amor bíblico no es una pasión del alma, o una entrega desenfrenada y sin objetivo. Ni siquiera es alcanzar un vasto conocimiento intelectual del sujeto amado, de sus cualidades y circunstancias. El verdadero amor queda definido por la Biblia como: actuar de acuerdo a lo que es de mayor beneficio objetivo para el amado. Este tipo de amor fue lo que llevo a Dios a poner a prueba a su pueblo.

La voz hebrea lenasotejá, significa tanto "probarte" como "elevarte". Desde un punto de vista conceptual, ambas acepciones se ligan perfectamente, pues la persona que ha sido puesta a prueba (por Dios, por la vida, por sí misma, no importa realmente por quién.), y no se atasca ante la dificultad sino que la supera, realmente se supera, se eleva y crece a un peldaño superior. Las pruebas difíciles son para saber a ciencia cierta "lo que está en tu corazón", es decir, hasta dónde la persona es capaz de llegar en su crecimiento personal en determinado momento de su existencia.

Es de suma importancia para nosotros, para nuestra salud emocional y espiritual, saber como vemos y valoramos nuestro pasado, no ver nuestras experiencias pasadas como una cadena de desgracias. Es edificante, refrescante y animador, volver la vista atrás sobre el curso a lo largo del cual la mano fiel de nuestro Dios nos ha conducido; trazar sus tratos sabios y llenos de gracia para con nosotros; recordar sus muchas y maravillosas intervenciones a favor nuestro ,del modo que nos libro de aquel aprieto o de cualquier otra dificultad; de cómo muchas veces, cuando estábamos ya sin saber que hacer, se presento en nuestro auxilio y abrió camino ante nosotros, llenando nuestros corazones con alabanzas y cánticos de agradecimientos.




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