jueves, 1 de mayo de 2008

EL ESPIRITU SANTO EN EL CREYENTE

Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
2 Corintios 3:18

Cuando leemos cuidadosamente los cuatro evangelios nos damos cuenta de que cada uno de ellos van develando el carácter de Cristo, no en una forma dogmática, no como una mera doctrina, sino en una forma mas vívida, en una forma personal y viviente. Esto es más que teología y doctrina, es el mismo Cristo vivo viviendo su vida entre los hombres. Así se presentó en su vida diaria, de tal forma que, tanto Cristo como los discípulos nos enseñaron que, cuando nos convertimos no nos convertimos a una doctrina o teoría, sino al Cristo vivo.

Esa es la meta del NT cuando habla del carácter cristiano. “Dios quiere que cuando el mundo contemple a Sus hijos pueda ver, mas que una doctrina a una nueva persona”. Dios esta más interesado en la formación de nuestro carácter, que en nuestros conceptos teológicos.

1. Mas que nada Dios esta interesado en forjar nuestro carácter (Galatas 5.22-25).
2. Nuestro carácter debe ser renovado a la imagen de Jesús (1.Jn 2.6).
3. El Espíritu Santo es el que hace esta obra en medio de situaciones adversas (2 Corintios 3.18).

En mi caso, y como ministro, Dios quiere que yo camine, en todo tiempo, en el modelo ministerial de Cristo, con toda HUMILDAD, INTIMIDAD, INTEGRIDAD, AUTORIDAD. En tu caso, como creyente, Dios está interesado en que reflejes el carácter de Cristo en tu vida diaria.

El Nuevo Testamento tiene dos compendios que instruyen cómo debe ser el carácter cristiano: a) Las bienaventuranzas, que indican cómo debe ser el carácter cristiano en relación con el mundo y con Dios; b) El fruto del Espíritu, que nos revela la nueva naturaleza del cristiano.

Ningún pasaje de la Biblia traza un contraste mas claro entre el carácter del creyente lleno del Espíritu Santo, y la manera de vivir de la persona que está dominado por la naturaleza humana pecaminosa. que Galatas capitulo 5

La creencia de una tendencia a hacer el mal y una tendencia a hacer el bien, tiene su origen en el judaísmo. Este enseña que todo ser humano tiene una tendencia al mal (Heb: Ietzer Hará). Esta tendencia se traduce en deseos, pasiones, sentimientos, instintos que se transforman en malos cuando son usados exclusivamente para satisfacer el Ego, sin medir responsabilidad o el llamado que proviene de la espiritualidad. Enseña, además, que todo ser humano tiene una tendencia al bien (Heb Ietzer Hatov) que nos impulsa a las buenas acciones.

Pablo que era rabino, creía igual, pero había encontrado la formula para aplastar la tendencia al mal: “La vida en el Espíritu”. Cuando andamos en el Espíritu somos capaces de anular en nosotros las demandas de la vieja naturaleza.

La vida en (por) el Espíritu es:
1. La obra por medio de la cual el Espíritu Santo mantiene su operación dentro de nosotros. La regeneración o nuevo nacimiento se obtiene por la fe pero es, a la vez, un proceso constante dentro de nosotros, obrado por el Espíritu Santo que produce santidad.
2. Es la dirección del Espíritu: organizando, y estableciendo en nuestra mente, los deberes de la vida cristiana.
3. Es la obra del Espíritu, motivando y, excitando al creyente a mantener una comunión constante con Dios.
4. Andar en el Espíritu es saborear las cosas del Espíritu, caminar en las sendas de rectitud, sin ofender a Dios y su Palabra, es pensar en las cosas del Espiritu (Romanos 8.5).

Pablo dice “Andad”, verbo presente imperativo, lo que indica que es un deber del cristiano procurar que obra del Espíritu en su vida se haga una realidad continua, diaria: "Continuamente estén andando".

Cuando cumplimos los requerimientos de la palabra de Dios, de andar en el Espíritu, el resultado es que en nuestra vida aparece su fruto con sus nueve componentes. Observe que la Biblia no dice “los frutos" (plural) sino "el fruto" (singular). ¿Por qué? Porque este proceso hay que mirarlo como un todo.Ellos crecen juntos en la vida cristiana: o se tienen todos o no se tienen ninguno, es un racimo.

El fruto del Espíritu representa la misma naturaleza del Señor Jesucristo, y cuando se reproduce en la vida del creyente, este se identifica con el carácter de Jesús.

El carácter de los demonios es todo lo opuesto al carácter de Jesús. Ellos entran en una vida con el fin de proyectar su naturaleza malvada a través de esa persona. Cuando se libera a una persona, se produce la expulsión los demonios que han degradado la imagen de Dios en esa vida. El Espíritu Santo, en su labor santificadora, sustituye ese carácter torcido por el fruto del Espíritu que es el carácter de Jesús. A menos que entendamos esto, y se constituyan en una meta en la vida, los beneficios de la liberación se perderán INMEDIATAMENTE.

Mas, ¿cómo desarrollamos el fruto del Espíritu Santo dentro de nosotros? Quizás, aplicando un proceso intelectual entendamos los valores del gozo, el amor etc. Comencemos a desarrollar actitudes, de amor y gozo, pero la labor del Espíritu es algo más que un proceso intelectual. De hecho, la palabra “deseo” (gr. “epytimia”) se refiere a un sentimiento o emoción profunda y fuertemente arraigado en la vida del ser humano, y no solamente un proceso de carácter intelectual.

Lo que esta diciendo Pablo es que el Espíritu Santo va produciendo esos deseos espirituales dentro de nosotros, y nosotros debemos ceder a sus demandas a medida que el Espíritu Santo los va produciendo en nosotros. Entonces, la humildad mata la soberbia, la generosidad mata la avaricia, la paciencia hace lo mismo con la ira, la templanza reemplaza la gula, la caridad la envidia, y un escudo protector se forma en la vida del creyente, “contra el cual no hay ley”.

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