jueves, 4 de septiembre de 2008

Aprender a oir la voz de Dios Salmo 29:3-9



Voz de Jehová sobre las aguas; Truena el Dios de gloria, Jehová sobre las muchas aguas. Voz de Jehová con potencia; Voz de Jehová con gloria.Voz de Jehová que quebranta los cedros; Quebrantó Jehová los cedros del Líbano.Los hizo saltar como becerros; al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos. Voz de Jehová que derrama llamas de fuego; voz de Jehová que hace temblar el desierto; Hace temblar Jehová el desierto de Cades. Voz de Jehová que desgaja las encinas, Y desnuda los bosques; en su templo todo proclama su gloria.

Aquí el salmista establece el dominio de Dios en el reino de la naturaleza. Podemos ver y oír su gloria en el trueno, en el rayo y en la tormenta. Los poetas hebreos reconocieron que los cielos y la tierra obedecen y revelan al Señor sin cuestionamientos. Sólo el hombre se rebela contra su Hacedor. Podemos aprender obediencia al observar las obras de la naturaleza, El salmista llama al agua y los truenos “la voz de Jehová”.
Si nosotros queremos vivir una vida de éxito, una vida de plenitud, con propósito y cumpliendo las demandas de Dios, necesariamente tenemos que aprender a oír la voz de Dios, oír la palabra de Dios directamente de la boca de Dios, si se quiere tener conocimiento de la revelación divina, nosotros tenemos que estar en posición de oír la voz de Dios.
La voz de Dios nos ayuda a remover obstáculos y montañas de nuestra vida. Cuando oímos y obedecemos la voz de Dios, no hay obstáculos que puedan estorbar en nuestro camino espiritual. Aprender a oír la voz de Dios es el primer paso para que halla cambios en nuestra vida, eso fue lo que paso con Pablo, todo comenzó cuando el oyó la voz de Dios, dice Hechos 22:6-9: “Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo”.Note que solo Pablo fue el que oyó la voz y entendió las palabras, surge entonces la pregunta: ¿Por que los otros no se hicieron cristianos también? La respuesta es obvia. No oyeron la voz ni la entendieron

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