Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee
De todas las cosas que hay en el mundo, muy pocas afectan y reflejan , tanto al caracter y la vida de los seres humanos que el dinero y las poseciones. Tal es asi que el entendimiento que tiene el hombre en su vida diaria de sus posiciones ,penetra todas las fibras de su ser. Cambiando su forma de pensar tanto en cuanto a su mundo como en su relacion con Dios. Por eso Cristo enfatizó, en tener un entendimiento adecuado y equilibrado del valor de las riquezas, si es malo satanizarlas tambien es malo divinizarlas.
Con la crisis actual del mercado, algunos dogmas se han hecho trizas, “.El principio que dice que todo en la vida es “negocio”, “productividad”, “competencia” quedo desbaratado, describir nuestros objetivos y exitos en términos exclusivamente económicos (prosperidad, crecimiento, eficacia, productividad, tipos de interés, ), como sostiene algunos ,es erroneo, pretender establecer que la unica herramienta con las que cuenta la iglesia para su crecimiento es el dinero, es tambien erroneo, tampoco es la unica herramienta ni la mas efectiva para alcanzar la exelencia..Es un error tratar de medir nuestro crecimiento personal por medio de numeros, eso es mercadeo, los frutos espirituales no se pueden plasmar en estadisticas y numeros.
En el hombre moderno ha desaparesido los grandes principios espirituales que iluminan el progreso de las sociedades humanas y en su lugar se puso la filosofía y teologia del cálculo económico,La teologia del progreso, la teologia de la prosperidad etc.La iglesia esta llamada a preservar y propagar la espiritualidad.La razón de la bancarrota actual, es que el hombre contaba con riquezas y poceciones excepcionales, pero perdio los principios espirituales,y biblicos para manejarlas sabiamente.El hombre moderno se a vuelto avaricioso, y la avaricia siempre lleva a la injusticia y al robo.
RIGOBERTO DIAZ CUTIÑO DIJO:
Como siempre lo haces, esta reflexión sobre la avaricia, es certera. La avaricia y la envidia son dos hermanas de las tinieblas. Nada tienen que ver con el reino de Dios. La avaricia es contraria a la naturaleza original del hombre. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. En los atributos divinos está el amor en la máxima extensión del concepto; también, la misericordia oportuna como parte de ese amor. Dios hace justicia al que transguede los límites del buen comportamiento. La creación, incluido el hombre, Dios la entregó para que precisamente el hombre la administrara a su favor, a favor de todo el género humano. Cuando alguien, desforadamente, acumula para sí más y más riquezas, riquezas que le son innecesarias para vivir, con la suprema intención solamente de enriquecerse, pues se aparta del buen uso de la creación, en detrimneto de otros humanos que no pueden acumular riquezas suficientes, entre otras cosas por el orden egoísta, muchas veces selvático, en que está sumergida la sociedad humana.
OBISPO ORESTES ZALDIVAR GUILARTE
gracias amado hermano por estas reflexiones desde cuba y la iglesia misionera oramos por usted suyo
1 comentario:
RIGOBERTO DIAZ CUTIÑO
Como siempre lo haces, esta reflexión sobre la avaricia, es certera. La avaricia y la envidia son dos hermanas de las tinieblas. Nada tienen que ver con el reino de Dios. La avaricia es contraria a la naturaleza original del hombre. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. En los atributos divinos está el amor en la máxima extensión del concepto; también, la misericordia oportuna como parte de ese amor. Dios hace justicia al que transguede los límites del buen comportamiento. La creación, incluido el hombre, Dios la entregó para que precisamente el hombre la administrara a su favor, a favor de todo el género humano. Cuando alguien, desforadamente, acumula para sí más y más riquezas, riquezas que le son innecesarias para vivir, con la suprema intención solamente de enriquecerse, pues se aparta del buen uso de la creación, en detrimneto de otros humanos que no pueden acumular riquezas suficientes, entre otras cosas por el orden egoísta, muchas veces selvático, en que está sumergida la sociedad humana.
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