Salmo 14:4
¿No tienen discernimiento todos los que hacen iniquidad, Que devoran a mi pueblo como si comiesen pan, Y a Jehová no invocan?
Este verso es un compendio sobre la naturaleza del pecado y sus consecuencias. El salmista declara que el pecado tiene su origen y base en la falta de discernimiento. La palabra hebrea (Heb yadao) de la que se traduce discernimiento incluye tres ideas: “Entendimiento” “Conciencia” “Experiencia”.Nosotros pecamos contra la conciencia, el tribunal interior que tenemos y que nos avisa cuando actuamos mal. La Conciencia es el eco moral interno puesto por Dios dentro de nosotros. Cuando pecamos hacemos caso omiso a sus avisos. Nosotros pecamos también contra la experiencia, que es nuestra historia personal, que nos muestra y demuestra, que el camino de la obediencia es el camino de la honorabilidad y el progreso. Más cuando pecamos actuamos bajo el impulso de un entendimiento segado por Satanás.
Inmediatamente que esto sucede, todos los sistemas de valores se alteran. Las relaciones se rompen. Primeramente la relación con Dios deja de existir, ahora, la persona no adora a Dios. (Y a Jehová no invocan). Segundamente, la persona ve en el prójimo solo la ventaja que necesita para realizar su proyecto. Surge la violencia: “devoran a mi pueblo como si comiesen pan”. Eso es lo que ha sucedido en la civilización actual. Satanás ha alterado la mente de los individuos y de la sociedad. Si bien todo pecado es personal, porque es un acto de libertad de un hombre en particular, y no propiamente de un grupo o comunidad, es al mismo tiempo social, en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás. Determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de naciones enteras y bloques de naciones, son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales. Las verdaderas responsabilidades son de las personas.
Toda la escritura nos dice que el único remedio contra el pecado del ser humano, de todo ser humano, tanto creyente como inconverso, es la sangre de Jesucristo, derramada por nosotros en la cruz .La sangre de las victimas del Antiguo Testamento eran meramente el medio para una purificación legal, y su fuerza propiciatoria estribaba en que tales sacrificios eran una figura del sacrificio de Cristo en el Calvario. Solo la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Todo pecado queda inmediatamente perdonado si pides perdón a Dios en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
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