martes, 23 de junio de 2009

Salvacion sacramental Marcos 16:16

SACRAMENTOS

Hay cuatro conceptos históricos acerca del modo de ver los sacramentos (Palabra tomada de la ceremonia de juramentación del soldado legionario romano, para traducir la palabra comunión o eucaristía, una muy mala elección) a) El concepto Luterano b) Concepto Católico c) Concepto calvinista d) el Concepto de Ulirico Zwinglio
El debate es ya milenario, y nunca se llegara a un acuerdo entre cristianos, pues los pasajes en los que se basan son implícitos no explícitos, además de haber mucho problema con la conjunción griega “in”, el mismo problema que tuvo Jerónimo al traducir las escrituras Hebreas al Griego, esta conjunción se puede traducir, “en y por” esto hace que sea un verdadero caos, otro problema es que el modo indicativo y el imperativo en segunda persona en griego tiene las mismas desinencias, creando una confusión adicional, esto hace que el que no tiene conocimiento griego, dependa de la elección que quiera hacer el traductor, si decide traducir “en agua” o “por agua”.
Cristo instituyó dos ordenanzas ceremoniales y las encomendó a su pueblo para su observancia perpetua —el bautismo y la Cena del Señor. Estas dos ceremonias son representaciones gráficas de los hechos fundamentales del evangelio y de nuestra salvación por el evangelio. En oposición a esta interpretación está la interpretación de la Iglesia Católica Romana de que estas dos ordenanzas, juntamente con otras cinco, son “sacramentos” que transmiten gracia al participante. Detrás de la multiplicación de “sacramentos” está la aseveración de que nada es “santo” o bueno, excepto cuando es consagrado o hecho santo por la “Santa Iglesia”. Aun la tierra en donde el cuerpo es sepultado no es santo mientras la Iglesia (la Iglesia Romana, desde luego) no la haya consagrado.
Una razón, y quizá la única razón fundamental, por qué los cristianos han reconocido sólo el bautismo y la Cena del Señor como ordenanzas evangélicas es porque otras ceremonias que han sido propuestas, no tienen una relación esencial con el evangelio. Estas dos sí la tienen. Estas fueron instituidas por Cristo por una muy obvia razón. Esta razón es que están adaptadas para exponer los hechos del evangelio y nuestra experiencia de salvación por gracia.



I. EL BAUTISMO
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Una de las consideraciones más importantes en cuanto a esta ordenanza es su significado o significancia. Consideraremos primeramente esta: ¿Cuál es el propósito de la administración de esta ordenanza?
La Iglesia Católica Romana (y otras como ella) sostiene que en el acto del bautismo el alma es regenerada, que nuestros pecados, actuales u originales, son remitidos. Efectiva y literalmente, nosotros, al ser bautizados, entramos en Cristo y nuestros pecados son realmente lavados. No hay, por lo tanto, salvación sin el bautismo.
Los Discípulos sostienen una posición bastante parecida. Ellos no sostienen que el bautismo, de sí mismo regenere o salve, pero que sí es la culminación del proceso de la regeneración; que el bautismo es una de las condiciones para la remisión de los pecados; que es para la remisión de los pecados en el sentido de que uno se somete al bautismo con el propósito de obtener la remisión de los pecados. Aun cuando estas dos posiciones no son exactamente las mismas, son, sin embargo, tan parecidas, que bien podemos discutirlas juntas, manteniendo en general cada una de ellas que el bautismo es esencial para la salvación. Hay varios pasajes en el Nuevo Testamento que son citados para probar que el bautismo es necesario para la salvación. Uno es el de Marcos 16:16, en donde Jesús les dice a sus discípulos: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Otro es el de Juan 3:5, en donde Jesús le dice a Nicodemo que ninguno puede entrar en el reino de Dios a menos que nazca del agua y del Espíritu, y la afirmación similar de Pablo en Tito 3:5, en donde él habla del lavacro de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo. Luego tenemos la afirmación de Pedro según aparece en Hechos 2:38, exhortando al pueblo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para (griego eis, hacia) perdón de los pecados”. Tenemos también la afirmación de Ananías en Hechos 22:16, diciéndole a Pablo: “Levántate, y bautízate, y lava tus pecados”. Pablo también en Romanos 6:1-4 nos dice que fuimos bautizados en Cristo y en su muerte.

En cuanto a Marcos 16:16, puede decirse que la evidencia textual está en contra de su genuinidad, y no sería seguro, ni consiguiente, citarlo como una parte genuina del Evangelio de Marcos. Más todavía, debe notarse que cuando el asunto se expresa negativamente, se dice que el que no creyere será condenado, como si la fe fuera el factor decisivo más bien que el bautismo, al no entender las sintaxis del texto, lo cual se estudia en semiótica, hace que se crea y se sostenga que el bautismo salva, la “y” que es una yuxtaposición, funciona como un enlace entre creer y la señal de creer que es el Bautismo. Broadus, dice “Era natural que el que creyera fuera bautizado como confesión publica de su lealtad a Cristo, eso era la costumbre en todo el mundo Griego y Hebreo del Momento”, solo hay que buscar la palabra Bautizo en una enciclopedia, para darse cuenta que bautizar no era único del Cristianismo, sino que era una costumbre generalizada, en todo el mundo antiguo, y que Cristo la legitimizo, todos los maestros, bautizaban a sus “Matetes” : “Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos).(Juan 4;1-2)El bautismo era la ceremonia iniciática para el discípulo, en todo el mundo antiguo, en el hebreo, era a los doce años
De Juan 3:5 y Tito 3:5 probablemente no se refieran del todo al bautismo, sino más bien al poder purificador del Espíritu de Dios en la regeneración, el cual se simboliza por el bautismo. Pero si los tomamos como refiriéndose al bautismo, la declaración que sigue acerca de los otros pasajes, bien puede aplicarse a ellos. En cuanto a los otros pasajes, podemos decir lo siguiente: pueden estos interpretarse en una de dos maneras —simbólica o literalmente. Por ejemplo, Hechos 2:38 literalmente significa que se es bautizado para la remisión de los pecados, o simbólicamente que se es bautizado para eso mismo. En Romanos 6:3, Pablo da a entender que ora sea literalmente, ora sea simbólicamente, se es bautizado en Cristo y en su muerte. Hechos 22:16 significa que ora literalmente, ora simbólicamente, en un cuadro, los pecados son lavados. Y lo mismo se asegura de cada uno de los otros pasajes del Nuevo Testamento, que se citan para enseñar la idea de que el bautismo salva o de que es una condición para la salvación. Entre estos dos métodos de interpretación no puede haber un terreno lógico sobre el cual pararnos. Varias interpretaciones han sido sugeridas para la frase nace de agua y del Espíritu. La mejor explicación es que agua y Espíritu se refieren tanto a ser limpios de pecado (cp. 1 Jn 1:7) como al trabajo del Espíritu Santo en la obra de regeneración espiritual (vers. 8).
No Puede haber una posición intermedia. Esa es la debilidad de la posición de los Discípulos, la cual quiere hacer al bautismo una condición para la salvación, sin afirmar con los católicos que el bautismo real y literalmente lava los pecados. (Además de Saber que la exegesis pura dice que El libro de los Hechos no es una literatura Normativa, pues es literatura historia,)

Como una cuestión de hecho, cuando pensamos en esto, se reconoce que la palabra en, dentro o adentro (into, en inglés; eis, en griego) al ser interpretada literalmente, implica movimiento o moción espacial; pero interpretar esto literalmente, en el sentido de haber sido uno bautizado dentro o adentro de Cristo, dentro o adentro de su muerte, dentro o adentro de la remisión de los pecados, es hablar pura tontería. Pero se debe sostener semejante disparate o admitir que el ser bautizado dentro o adentro (into) de Cristo, o dentro o adentro de su muerte, es un lenguaje figurativo. Así pudiera bautizarse a otro literalmente dentro del Jordán, como Juan bautizó a Jesús (Marcos 1:9, margen en la AS, versión en inglés); pero es imposible bautizar a otro literalmente dentro (into, en inglés) de Cristo o de su muerte, o de la remisión de los pecados, pues estas son para nosotros realidades espirituales y no físicas o espaciales. Querer mezclar las dos y sostener que por haber sido bautizados espacialmente (esto es, literalmente) dentro del agua, podemos asimismo ser bautizados espiritualmente “dentro” de Cristo, eso es querer identificar dos cosas que son fundamentalmente diferentes y que por lo mismo, no pueden identificarse o mezclarse. Lo literal puede retratar o representar, o simbolizar lo espiritual, pero los dos no pueden mezclarse. Pretender identificar lo literal y lo espiritual es nulificar o destruir lo espiritual. Eso es exactamente lo que el romanismo ha hecho al tratar de identificar las realidades espirituales con las formas espaciales e históricas de la religión. Más todavía, interpretar estos pasajes literalmente, esto es, de tal modo que se haga del bautismo una condición para ser salvo, es hacer del Nuevo Testamento un libro fundamentalmente contradictorio en sí mismo. Esto sería introducir una inconsistencia en el mismo corazón de su doctrina de salvación. Esto es evidente si nos fijamos en los numerosos pasajes del Nuevo Testamento en donde claramente se enseña que las únicas condiciones para la salvación son espirituales. Con profusión se expone en el Nuevo Testamento que el arrepentimiento y la fe son las únicas condiciones para la salvación — condiciones que son primordial y únicamente espirituales. La salvación es una transacción espiritual y ella depende no más que de las condiciones espirituales. Y hacer depender la salvación de cualquier ceremonia o acto exterior, es destruir la naturaleza del cristianismo como una religión espiritual. Eso sería hacer a Dios un “gran maestro de rutina”. Sería hacerlo un Dios arbitrario. Dios no es arbitrario. El no ha “prescrito” arbitrariamente las condiciones para la salvación. Las únicas condiciones para la salvación son necesariamente las que se involucran en las relaciones de un Dios de gracia con un pecador a quien él ha de salvar del pecado. De lo que se ha dicho, se sigue que las condiciones para la salvación son universales e inalterables. Dios no ha salvado a la gente del tiempo del Antiguo Testamento de un modo y a la gente del tiempo del Nuevo Testamento de otro modo. La salvación siempre ha sido por gracia, por parte de Dios, y por la fe, por parte del hombre. Dios salvó a Abraham por la fe, antes de que fuese dada la ley. De manera que la gracia antecedió a la ley, en los tratos de Dios con el hombre (o sea, el Antiguo Testamento o la ley de Moisés) (Romanos 4:9, Gálatas 3:25). Ningún hombre ha sido salvado jamás por la observancia de la ley. Tampoco es verdad que la “ley del perdón” fue establecida en el día de Pentecostés, incluyendo al bautismo como una condición. Conforme a esa aseveración, Jesús nunca dijo cómo los hombres podían ser salvos ni cómo podían entrar en el reino de Dios. Tales pasajes como Juan 1:12; 3:14, 15, 16, 18, 36; 5:24, y muchos otros que prometen la salvación con la única condición de la fe en Cristo, no podrían ser reclamados por nosotros como válidos en el día presente. Con tal método de interpretación, el hecho de que Jesús haya salvado al paralítico (Marcos 2:5), a la mujer pecadora (Lucas 7:47, 48), y al ladrón en la cruz (Lucas 23:42, 43), no ofrecería a los pecadores en el día presente, estímulo para creer que ellos también pudieran ser salvos simplemente con creer en la gracia del Salvador. Semejante método de interpretación de las Escrituras, las convierte en un delantal remendado, que es exactamente lo que hace la crítica radical moderna. Esto no quiere decir que nosotros no debemos reconocer un desenvolvimiento progresivo de un plan para la raza por parte de Dios, pero este plan, aun siendo progresivamente manifestado, es un plan unitario, y su idea fundamental es salvación por gracia por la fe. Dios no es un Dios antojadizo, saltando de un plan a otro y constantemente cambiando de parecer. Además, si nosotros examinamos el registro del Nuevo Testamento, del Pentecostés en adelante, la salvación por la fe es tan consistentemente expuesta después del Pentecostés como antes. Una revisión de los siguientes pasajes nos permite ver esto con claridad: Hechos 10:43; 13:38, 39; 16:31; Romanos 1:16; Gálatas 3:26; Efesios 2:8. Muchos otros son tan decisivos como estos. El caso de Cornelio y su compañía es decisivo, según el relato que tenemos en Hechos 10:34. Allí se ve muy claro que el Espíritu Santo descendió sobre ellos con gran demostración, antes de que siquiera una palabra se hubiese dicho acerca de que debían ser bautizados (44-48) De manera que nosotros sostenemos que las condiciones para la salvación no han sido nunca cambiadas. Ningún hombre se ha salvado sin tener fe. Ello es una imposibilidad moral. Los hombres se han salvado sin el bautismo, en los tiempos del Antiguo y Nuevo Testamentos, antes y después del Pentecostés, tanto judíos como gentiles. Por lo tanto, el bautismo no es una condición para la salvación. Otra cosa que hay que recordar es que la salvación es un asunto de experiencia espiritual; algo, de consiguiente, de lo cual cada uno es consciente, que cada uno puede saber. Es una cuestión de experiencia definitiva y consciente lo que da evidencia cierta de haber tenido aceptación delante de Dios. Millares de hombres y mujeres han conocido la salvación fuera del bautismo. Como asunto de experiencia espiritual, la salvación no está atada al bautismo, ni a ningún otro acto externo; pero la salvación está inseparablemente relacionada con el arrepentimiento y la fe. Para aquellos que conocen el cristianismo como una experiencia vital de compañerismo con Dios por la fe en Cristo, es una simpleza argüir que no pueden salvarse sin ser bautizados. Cuando se tiene definitivamente conciencia en la propia experiencia de que cierta cosa se ha verificado, no se está muy dispuesto a prestar atención a los que le dicen que tal cosa no ha sucedido.
Aunque el bautismo no salva, ni es una condición para la salvación, sin embargo simboliza una salvación que nosotros recibimos por la fe en Cristo. No es necesario que nos extendamos sobre este punto, pues mucho de lo que se ha dicho respecto al punto anterior tiene que ver directamente con este punto. El bautismo es un lavamiento exterior; la salvación es una limpieza interior o espiritual, una purificación del corazón por la fe. Esta limpieza interior es adecuadamente retratada o simbolizada en el lavamiento exterior del bautismo. No hay duda de que éste es el significado del “lavamiento de los pecados” en el bautismo según Hechos 22:16. Pablo expone el significado simbólico del bautismo en Romanos 6:1. El habla del cristiano como de quien ha muerto al pecado y ha resucitado para andar en novedad de vida; como simbolizada en el bautismo. El bautismo es una muerte y una resurrección simbólicas. Obtiene su significado de una experiencia de morir al pecado y resucitar a novedad de vida; fuera de tal experiencia, de consiguiente, el bautismo no tiene importancia. Diciéndolo de otro modo, el bautismo simboliza nuestra unión con Cristo. Somos bautizados en Cristo ( Romanos 6:3). El bautismo simboliza la remisión de nuestros pecados ( Hechos 2:38); esto es, el bautismo simboliza o retrata nuestro paso a un estado o condición de perdón. nuestra muerte al pecado y nuestra resurrección a novedad de vida son una muerte y una resurrección que vienen por la fe en Jesús como un Redentor crucificado y resucitado. Pablo lo expresa en Gálatas 2:20 al decir que él ha sido crucificado con Cristo, de modo que el “viejo hombre” Pablo, ya no vive más, sino que Cristo vive en él. El dice en Romanos 6:4 que somos sepultados con Cristo a muerte por el bautismo, pero él acaba de decir en el versículo 3 que somos bautizados en la muerte de Cristo. Nuestro bautismo simboliza nuestra muerte al pecado y nuestra resurrección espiritual, pero es una muerte y una resurrección cimentadas en la muerte y en la resurrección de Jesús. Nuestro bautismo entonces, al simbolizar nuestra muerte y nuestra resurrección espirituales, conmemora la muerte y la resurrección de Jesús como los hechos fundamentales del evangelio. Fuera de la muerte de Cristo por nuestros pecados y de su resurrección de los muertos, no hay evangelio. Y el bautismo como una ordenanza del evangelio, conmemora la muerte y la resurrección de Jesús como los hechos fundamentales del evangelio. Se ha dicho algunas veces que el bautismo lleva también el propósito de apuntar hacia adelante, hacia la esperanza de la resurrección de los cristianos. Esta esperanza de la resurrección es una fundamental bendición evangélica para todos aquellos que creen en Cristo. Nuestra esperanza de la resurrección nace de la resurrección de Jesús, como Pablo lo enseña en 1 Corintios 15. Y en el versículo 29 él dice que el bautismo por los muertos (sea lo que esto hubiera sido) no tendría significado alguno aparte de la resurrección de los muertos. Parece que Pablo relaciona el bautismo con nuestra esperanza de vida, de resurrección más allá de la tumba, tanto como con la muerte y la resurrección de Jesús y con nuestra muerte espiritual y nuestra resurrección con él.

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