Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !!Ojala fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Laodicea era la ciudad más opulenta de las siete que había en Asia. Se le conocía por su banca industrial, la manufactura de lana y la escuela de medicina que producía un medicamento para los ojos. Pero la ciudad siempre tuvo un problema con el suministro de agua. En cierta oportunidad se construyó un acueducto para transportar agua a la ciudad desde manantiales de agua caliente. Pero cuando el agua llegaba a la ciudad, no estaba ni caliente ni fría, solo tibia. La iglesia había llegado a ser tan insípida como el agua tibia que llegaba a la ciudad.
La iglesia que estaba en la ciudad de Laodicea era arrogante, autosuficiente, tibia y apóstata, con un gran presupuesto y nada de bendición. Esta es la iglesia que es rica en lo material y pobre en lo espiritual. ¡Y la tragedia es que la gente no sabe cuán pobre y miserable son en realidad! Cristo está fuera de la iglesia, llamando a que tan siquiera un creyente se someta a él y abra la puerta. Medían su situación o condición espiritual por su riqueza material, pensando que «lo habían logrado». «Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo» (Apo 3.17). Cualquiera que haya sido su riqueza relativa, no era rica para con Dios.
El Rev. Leonides Penton Amador, ha escrito un artículo que es digno de mención en este punto de la reflexión: “La iglesia cristiana no puede ser un fin en si mismo. No fue fundada por el Divino Maestro para que esta se regodee en lo que tiene y se mire narcisticamente como el plus ultra de todas las cosas enamorándose de su apariencia angelical.Por siglos la iglesia ha estado confrontada entre lo que es y lo que debiera ser. Entre el mantenimiento de su statu quo y el imperativo de su misión salvifica. A través de la historia ha sido impulsada a su misión por avanzadas que han salido de sus entrañas sin aval de ella. La iglesia vio en su jerarquía entronizada la llegada definitiva a su meta histórica. Los valientes que han salido de ella, el nucleolo de un núcleo afectado por el siglo corrupto, ha sido el remanente preservador de las verdades eternas y el impulsador de la misión liberadora a favor una humanidad perdida. Es una lucha entre la verdad y lo que no lo es, entre las tinieblas y la luz, entre el verdadero apostolado de los siervos del Dios Alto y los mercaderes del templo y los "cambistas" no tanto de monedas , sino de verdades eternas por fabulas y mentiras. La iglesia, la verdadera, es una manada pequeña si la comparamos con el grupo que conforma lo puramente externo que se presenta al mundo como la verdadera institución divina fundada por Jesús.
La apostasía ya reina y determina el accionar religioso de los pueblos. Ya santifica, ya entroniza, ya bendice a los poderosos sobre los cuales se apoya para seguir su camino ascendente hasta el dominio total de la conciencias de los hombres. La Iglesia cristiana se determina como tal cuando se mantiene apegada a la inmutable palabra de Dios, y cuando se proyecta dinámicamente en su misión evangelizadora para el logro del cumplimiento del plan divino del Redentor del mundo.
Es la iglesia que no claudica y no entierra ni su talento ni su verdad .Es una iglesia que no se basa en adjetivaciones ni en nombres rimbombantes. Su sello característico es la humildad y su apego al amor por las almas, para sacarlas del error y de todo aquello que le degrada como criatura de Dios. La Iglesia fiel a la palabra revelada, fiel a la justicia de los siglos y fiel a si misma al guardar con celo de Dios toda su herencia de comunión interrumpida por obra del Espíritu Santo que le sostiene y la sigue santificando en medio de un mundo que cada día se aleja mas de su creador.”
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